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Descripción

"Tras la penumbra" se desarrolla en dos entornos diferentes pero con situaciones semejantes.  Dos jóvenes, ella, maestra de escuela en el sector rural, y él, estudiante de arquitectura en una universidad pública de la capital, enfrentan situaciones de violencia que irónicamente los une.
Después del asesinato en Bogotá  el 9 de abril de 1948 del caudillo liberal Jorge Eliécer Gaitán, un hombre de fina inteligencia y extraordinaria sensibilidad, quien nunca se opuso a que hubiera ricos, lo que nunca quiso fue que hubiera pobres absolutos, comienza un periodo de anarquía generalizada, nadie escucha a nadie, pero todos lloran y maldicen; y cada mujer se siente la viuda de Gaitán. Como respuesta, los liberales la emprenden contra los conservadores, y por otro lado, el gobierno consolida grupos militares y paramilitares para contrarrestar la arremetida de los liberales. Quedaron así consolidados dos grupos: La chusma liberal y la chulavita (policías y pájaros) conservador.  Aquí el gobierno no solo se muestra impotente, sino que además es cómplice. De lado y lado se tenían como consignas  “Lleváis paz en la boquilla de los fusiles”, “Al enemigo hay que darle donde más le duela ¿Y qué es lo que más le duele? Pues la mujer y los carajitos. Fue una guerra que se propagó como una gigante ola en todo el país.
La violencia no nació entonces por generación espontánea sino como un proceso histórico de nuestro bipartidismo.  En Colombia se nacía liberal o conservador por una especie de determinismo uterino,  por tradición de familia o por motivaciones emocionales, no en virtud de una asimilación racional de principios.
Finalizada la guerra entre grupos conservadores y liberales, continuó en el ámbito nacional otra guerra,  pero esta vez entre grupos guerrilleros y el estado.
Los actores principales de esta novela, a pesar de haber nacido a finales del siglo XX, se vieron siempre inmiscuidos en esa interminable guerra que afectó a sus padres a mediados de siglo y ahora había llegado a sus vidas.  La pobreza, las frustraciones y los temores de sus padres, se traducían en maltrato a su progenie quien sin entender las razones, aprobaba este como el único y más eficaz modo de formarla para el bien de la sociedad. Pero las secuelas de la guerra va mucho más allá, también a las aulas escolares y desde luego  a sus estudiantes quienes tienen que aprender a defenderse incluso de sus propios compañeros.  Quienes pudieron superar estos escollos de la violencia escolar, tuvieron que después superar también los del trabajo.  Tanto en las ciudades como en las zonas rurales persistía, sin tregua alguna, hechos de barbarie que en muchos casos eran aprobados y hasta patrocinados por el mismo estado. La violación a los derechos humanos parecía ser la única manera de apagar las manifestaciones de inconformismo de quienes a gritos pedían la paz. Pero no faltaban las equivocaciones de la inteligencia de los organismos del estado, quienes mostrando falsos resultados se hacían merecedores de ascensos, premios y viajes. No importaban ya los verdaderos resultados, más importaban los incentivos a costa de lo que se denominó "Falsos positivos".
Nuestros personajes, a pesar de todo, no podían vivir eternamente en "la penumbra", su capacidad para renacer de las cenizas los lleva finalmente a alcanzar sus propósitos, igual que lo han hecho  la mayoría de quienes han vivido situaciones similares .  Nuestros personajes, que representan el común de las gentes, finalmente superan las barreras que la sociedad y el mismo estado parecían empeñados en impedírselo.  Sus tristezas y desvelos quedaron atrás, pero sin olvidar ni un solo instante que quienes continúan en las trincheras de sus cultivos y su pobreza, esperan de ellos su mano amiga, generosa y solidaria.

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