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Características del producto

Características principales

Título del libro
El florero de Llorente
Subtítulo del libro
N/A
Autor
Arturo Abella
Idioma
Español
Editorial del libro
Editorial Bedout, Medellín
Edición del libro
s.f.
Tapa del libro
Blanda
Con índice

Otros

Cantidad de páginas
215
Altura
18,5 cm
Ancho
10,5 cm
Peso
139 g
Con páginas para colorear
No
Con realidad aumentada
No
Género del libro
Historia
Subgéneros del libro
Arturo Abella sombra del marquesado, Arturo Abella criollos y chapetones, Arturo Abella cultura y revolución, Arturo Abella el gobierno criollo, Arturo Abella la familia llega al poder
Tipo de narración
Ensayo
Versión del libro
Impresa
Tamaño del libro
Bolsillo
Edad mínima recomendada
10 años
Escrito en imprenta mayúscula
No
Cantidad de libros por set
1
ISBN
9789583509117

Descripción

Producto usado
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Bajo este título ha escrito Arturo Abella un libro ciertamente delicioso. De la estirpe de “El Carnero”, de Rodríguez Freile, se diferencia de éste que es una crónica maliciosa y juguetona de la primitiva vida colonial, en que refiriéndose a hechos históricos, no puede considerarse obra de historia. El de Abella si lo es, por la copiosa documentación en que está fundada y por el cuidadoso análisis de los hechos a que se refiere. Caso singular en nuestra literatura histórica, que no suele estar constituida por obras amenas y notorias por su estilo u otras calidades literarias. Nuestros historiadores podrían dividirse en dos grandes sectores: el uno la presidiría la figura austera y respetabilísima de don José Manuel Restrepo, exacto en los hechos, muy parco y seco en los juicios y desdeñoso del ropaje literario; el otro, por la benemérita y grata figura de don José Manuel Groot, también exacto en la narración de los hechos, más cuidadoso en la forma literaria, pero dijérase que un poco sobrecargado de moralidades apologéticas,m disculpadas por el mismo título de la obra. Tras esas dos magnas figuras de nuestra literatura histórica, algunos eminentísimos, como el del general Posada Gutiérrez, que podría formarse en la hueste de Groot. No son escasos los que escribieron historia con un objeto preconcebido de encomiar o deslustrar algún personajes, algún régimen, o un partido político. Después, abundan los cultivadores de la historia que descuellan por la acumulación de datos y el descubrimiento de documentos, agolpados en forma indigesta, fatigosa, a lo largo de la obra, generalmente con propósitos políticos o sentimentales distintos de la historia en sí misma. De suerte que, el anuncio de uno de estos libros si mueve a la lectura de los aficionados, suele atemorizarlos la dosis de fastidio que parece inevitable en obras históricas de autores colombianos.

El libro de Abella es todo lo contrario, de un inmenso interés narrativo, de una simpatía cordial en la exposición y de una muy notoria novedad en los aportes documentales que lo constituyen, se deja leer como una novela, sin perder su carácter de obra histórica. Pudiera decirse que es un gajo desprendido de los “Episodios Nacionales” de don Benito Pérez Galdós, cuya primera serie es una obra magistral de amenidad y de interés.

Pero la obra de Abella no permite ninguna clase de generalizaciones. Debe considerarse como un retrato fidelísimo de un pequeño episodio entre otros mil del gigantesco drama que le tocó vivir a la humanidad y en el que nuestro país y nuestros antecesores fueron escenario y protagonistas. Este episodio fue un chasquido -y no de los principales- en el desmenuzamiento ya derrumbe del imperio español y sólo como parte de ese gran todo, debe estudiarse y calificarse. El mismo Abella incurre en inadvertencias al generalizar una conclusión de los hechos que narra, en el sentido de que la independencia fue prematura. Basta aplicar el criterio que de ella fue una circunstancia o detalle de un gran conjunto, para deducir qué tal conclusión no aparece bien fundada.

El imperio español es uno de los capítulos más importantes de la historia humana. Una ligerísima ojeada sobre el telón de. Fondo que necesariamente tiene el libro, lo muestra con claridad. El hecho magno del descubrimiento de América, realizado bajo el patrocinio de los Reyes Católicos, que dieron ocasión a la obra fecunda, sabia y justiciera de la gran Reina Isabel y a que se desplegaran las admirables dotes administrativas del Rey Fernando, coincidieron para tomar la base de ese imperio gigantesco. Unamuno anota en alguna parte que la gran desgracia de España fue la muerte, en plena juventud, del príncipe Juan, hijo de los Reyes Católicos. El príncipe murió de amor porque fue llevado al himeneo en la primera adolescencia, acaso por razones dinásticas tú por prejuicios religiosos de costumbres. Entonces el imperio vino a caer en las sienes de Juana la Loca y del príncipe extranjero que fue su esposo muy amado, con lo que el imperio hubo de soportar un golpe fortísimo en los primeros años de su existencia. Intervino el brazo robusto del Cardenal Cisneros como regente y luego apareció la extraordinaria figura de Carlos V, pero que por su sangre germana y por los deberes y derechos a ella anejos, dispersó la atención y los deberes políticos de España por toda Europa, por todo el universo de la tierra. El imperio donde jamás se ponía el sol. No hubiera mediado esta circunstancia, la acción de España se habría consagrado más concretamente al mundo americano, que descubrió y pobló, sin tener que atender a los intereses de Alemania, de Italia y los Países Bajos. La figura del emperador fue colosal y en la guera yu en la administración y en el manejo de los hombres descollaron sus inmensos talentos. A la voluntaria abdicación del emperador se dividió el reino de España y sus colonias, del imperio y de los intereses europeos. Los primeros pasaron a su hijo Felipe II, grande pero compleja figura histórica oprimida a lo largo de su laboriosa vida por dos grandezas militares. Por una parte, la de su padre el último emperador de Occidente verdaderamente de a caballo como nos lo reproduce el retrato de El Ticiano; por la otra , la de su hermano natural, héroe de la hornada “mas gloriosa, al decir de Cervantes, que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros”. Hombre laboriosísimo, obsesionado por la necesidad de la grandeza de su cargo, no le fue dado exhibir talentos militares ni unos, pues carecía de ellos. En vida y en muerte ha dado lugar a los más contradictorios pareceres. Cervantes lo consideraba en el cielo, cuando expresó en su célebre soneto “Al túmulo de Felipe II”……..
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El libro está en buen estado. Subrayados ocasionales. Con señales de uso normal
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El ISBN registrado pertenece a la edición de Editorial Temis, 2012

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