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Título del libro
Echando lápiz : proyecto colectivo y colaborativo
Autor
Espacio público Bogotá ; Urbanismo ; Graciela Duarte, Manuel Santana colaboradores ; David Gutiérrez Castañeda, Natalia Gutiérrez Echeverri, Ana María Lozano [y otros]
Idioma
Español
Editorial del libro
MinCultura

Otras características

Género del libro
Espacio público Bogotá,Urbanismo
ISBN
9789584663566

Descripción

Echando lápiz : proyecto colectivo y colaborativo / Graciela Duarte, Manuel Santana colaboradores ; David Gutiérrez Castañeda, Natalia Gutiérrez Echeverri, Ana María Lozano [y otros].

Bogotá : MinCultura, 2015.
364 páginas : ilustraciones, fotografías ; 24 cm + 8 hojas.
ISBN:9789584663566

Espacio público-- Aspectos sociales-- Bogotá (Colombia)
Urbanismo-- Aspectos sociales-- Bogotá (Colombia)
Participación comunitaria-- Bogotá (Colombia)
Arte-- Historia y crítica-- Bogotá (Colombia)
Sociología urbana-- Bogotá (Colombia)
Arte-- Enseñanza-- Bogotá (Colombia)

Autores:

Duarte, Graciela
Escobar Neira, Fernando
Gutiérrez Castañeda, David
Gutiérrez Echeverri, Natalia, 1954
Lozano, Ana María
Santana, Manuel
Suárez Segura, Silvia Juliana
Uhía, Fernando, 1967-


El proyecto echando lápiz (así, escrito en minúscula) se originó en Bogotá a fines del año 2000 en un lote baldío cerca a la casa de los artistas y pedagogos Graciela Duarte y Manuel Santana, en el barrio Lourdes, entre Belén y Las Cruces. Preocupados porque dicho lote se estaba llenado de basuras, se estaba volviendo peligroso, Duarte y Santana decidieron invitar a los vecinos a realizar diferentes actividades dentro del espacio y recuperarlo. Una de esas actividades consistió en llevar a cabo una jornada para tratar de reconocer, dibujar y compartir conocimientos sobre las plantas del lugar. El ejercicio fue todo un éxito y por eso decidieron repetirlo todos los domingos de nueve de la mañana a una de la tarde. Pasó el tiempo, se rescató el lote, los vecinos se conocieron y, a la vez, la pareja se dio cuenta del contenido plástico, poético y social de tal actividad; por eso, durante años, la replicaron más allá del barrio, más allá de la ciudad, dando cuerpo al proyecto comunitario (escultura social u obra relacional, como quiera usted llamarlo) de más largo aliento en Colombia.

Es claro que la Expedición Botánica es uno de los referentes fundamentales de echando lápiz. Un referente que conocemos gracias a libros, revistas, láminas y demás impresos del programa científico, taxonómico y de registro dirigido por Mutis. Por eso no deja de ser significativo que quince años después de haberse iniciado, el proyecto finalmente tenga su libro, su impreso oficial, como ganador de la Beca de Publicaciones Artísticas del Ministerio de Cultura, en la Convocatoria de Estímulos 2013.

Como el de Mutis, extenso es el recorrido realizado por echando lápiz. Son cientos los participantes y miles los dibujos obtenidos a lo largo de estos años. El libro da testimonio de ello. En Bogotá se han llevado a cabo sesiones de dibujo en diferentes localidades, en barrios, parques, centros comerciales, museos y galerías. Luego se sumaron habitantes de Moravia, en Medellín. Después los de diferentes pueblos a lo largo del Magdalena Medio. Y finalmente, se han unido ciudadanos de Ibagué, Tunja, Neiva, Pasto, Montería y Sincelejo, gracias a que Duarte y Santana han sido invitados a trabajar dentro del programa Obra Viva del Banco de La República. Aquí es importante anotar que la pareja tiene claro que echando lápiz es un trabajo en conjunto cuyos autores son los demás, son los otros: los vecinos de Lourdes, los habitantes de Moravia, los participantes en San Vicente de Chucurí (en el Magdalena Medio) o los que trabajaron a lo largo de la cuenca del río Sinú en Montería, por ejemplo. Por supuesto, en el libro no hay espacio para mostrar todos los dibujos realizados; ni siquiera hay espacio para mostrar un dibujo de todos los que participaron. Duarte y Santana tuvieron que escoger. Ellos aseguran que en el libro hay al menos un dibujo de cada participante de los de fuera de Bogotá. Y con los dibujos disponibles realizados en la capital se hizo una curaduría, una selección guiada no tanto por lo llamativo del dibujo (cosa difícil de medir en este proyecto), sino por un afecto, una anécdota o una historia que recuerdan valiosa alrededor de quien hizo la imagen. Aquí me parece pertinente señalar tanto las reglas de juego como el espíritu que alienta echando lápiz: en la entrevista que concede Manuel Santana a Natalia Gutiérrez y que aparece en el primer capítulo del libro Textos en torno a echando lápiz, el coordinador apunta:

A cada uno le dábamos una libreta de papel bond tamaño media carta y un lápiz Mirado número dos, el lápiz de la secretaria, del estudiante, el lápiz del señor de la tienda [...] Una vez les comentábamos, en términos generales, en qué consistía el proyecto, surgía una primera inquietud: la gente nos decía que no sabía dibujar. Nosotros les respondíamos que no pretendíamos enseñarles a hacerlo; les estábamos proponiendo que se arriesgaran a explorar la capacidad sensible que los acompaña, porque seguramente iban a encontrar que sí sabían dibujar. Les decíamos que la idea era encontrar la forma particular que cada uno tenía de representar lo que estaba viendo […] ellos no copiaban [el modelo natural]; ellos experimentaban un encuentro con la naturaleza, con esa plantica que los cautivaba. Mientras trabajaban, el tiempo pasaba y no se daban cuenta en qué momento era ya la una de la tarde. Al final de la jornada intercambiábamos las libretas y aparecían cosas maravillosas.

Por tanto, a primera vista este libro puede ser visto como un compendio de libretas de dibujo, de diarios de campo. Muchas de sus imágenes van acompañadas de una fecha y un lugar, otras son complementadas por observaciones, por comentarios escritos a mano alzada y que testimonian el vínculo entre la planta escogida y su autor y/o la experiencia al tratar de dibujarla. Esto hace de la publicación un compendio de saberes y supersticiones, una bitácora de sentimientos. Y es que los dibujos de echando lápiz son conmovedores. Al no estar basados ni en la destreza técnica ni en el análisis y representación fiel de un especímen botánico, cada dibujo se carga de sí mismo, de su posibilidad, de sus falencias y aciertos, de su humanidad. Al fin y al cabo, son dibujos hechos por personas que no dibujan. Dibujos hechos como en un rito que también es aprendizaje. Dibujos hechos en silencio, y escuchando, en concentración, con el estómago apretado y mordiéndose los labios; como cuando éramos niños y aun no aprendíamos a controlar el lápiz. Entonces, la mayoría de estos dibujos están abiertos. Son vulnerables, incompletos, imperfectamente terminados; o mejor, perfectamente inacabados. Domesticados y salvajes, bellos y feos, objetivos y subjetivos a la vez. Algunos sin textos, ni nombres, ni firmas. Otros dicen lo que son: pensamientos, lulos, dientes de león, hortensias, rudas, pastos, cacaos, ajíes, achiotes, mentas, cocas, romeros, caléndulas, hinojos...

Humberto Junca Casas. Tomado de Revista Errata

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