Confesiones De Un Joven Novelista
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Características principales
Título del libro | Confesiones de un joven novelista |
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Subtítulo del libro | Confesiones de un joven novelista |
Serie | 9588639178 |
Autor | Umberto Eco |
Idioma | Español |
Editorial del libro | Editorial Penguin Random House |
Edición del libro | 2011 |
Tapa del libro | Blanda |
Volumen del libro | 1 |
Con índice | Sí |
Año de publicación | 2011 |
Marca | Penguin Random House |
Modelo | Libro |
Otras características
Cantidad de páginas | 222 |
---|---|
Altura | 14 cm |
Ancho | 20 cm |
Peso | 230 g |
Material de la tapa del libro | Blanda |
Con páginas para colorear | No |
Con realidad aumentada | No |
Traductores | No Aplica |
Género del libro | Literatura |
Subgéneros del libro | Literatura en General |
Tipo de narración | No aplica |
Versión del libro | No aplica |
Tamaño del libro | Mediano |
Colección del libro | No Aplica |
Accesorios incluidos | No |
Edad mínima recomendada | 5 años |
Edad máxima recomendada | 99 años |
Escrito en imprenta mayúscula | No |
Cantidad de libros por set | 1 |
ISBN | 9789588639178 |
Descripción
NOMBRE COMPLETO
Confesiones de un joven novelista
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INFORMACIÓN ADICIONAL
- Estado: Nuevo
- Editorial: Penguin Random House
- ISBN: 9789588639178
- Autor: Umberto Eco
- Año de edición: 2011
- Formato: Libro Impreso
- Idioma: Español
- Páginas: 222
- Peso: 230 gr
- Tamaño: 14 x 20.5
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DESCRIPCIÓN:
Estas conferencias se titulan Confesiones de un joven novelista, y cabría preguntarse por qué, teniendo en cuenta que ya he cumplido más de setenta años. Pero resulta que publiqué mi primera novela, El nombre de la rosa, en 1980, de modo que empecé mi carrera como novelista hace cosa de treinta años. Me considero, por lo tanto, un novelista muy joven y ciertamente prometedor, que hasta el momento ha publicado unas cuantas novelas y publicará muchas más en los próximos cincuenta años. Este trabajo en curso no está terminado (de otro modo, no estaría en curso), pero espero haber acumulado suficiente experiencia para decir algunas palabras sobre mi forma de escribir. Conforme al espíritu de las «Conferencias Richard Ellmann», prestaré más atención a la ficción que a los ensayos, aunque me considero académico de profesión, y como novelista no soy más que un aficionado. Empecé a escribir novelas en mi infancia. Lo primero que se me ocurría era el título, habitualmente inspirado en los libros de aventuras de aquellos días, que eran del tipo de los Piratas del Caribe. Solía dibujar de inmediato todas las ilustraciones, y luego empezaba el primer capítulo. Pero como siempre escribía en mayúsculas, por imitación de los libros impresos, al cabo de unas pocas páginas me agotaba y lo dejaba. Aun así, cada uno de mis trabajos era una obra maestra inacabada, como la Sinfonía inacabada de Schubert. A los dieciséis empecé por supuesto a escribir poemas, como cualquier otro adolescente. No recuerdo si fue la necesidad de poesía la causa del florecimiento de mi primer (platónico e inconfesado) amor, o si fue al revés. La combinación fue un desastre. Pero, como escribí una vez -si bien en forma de una paradoja que puso en circulación uno de mis personajes ficticios-, hay dos clases de poetas: los buenos, que queman sus poemas a los dieciocho años, y los malos, que siguen escribiendo poesía mientras viven. Empecé a escribir novelas en mi infancia. Lo primero que se me ocurría era el título, habitualmente inspirado en los libros de aventuras de aquellos días, que eran del tipo de los Piratas del Caribe. Solía dibujar de inmediato todas las ilustraciones, y luego empezaba el primer capítulo. Pero como siempre escribía en mayúsculas, por imitación de los libros impresos, al cabo de unas pocas páginas me agotaba y lo dejaba. Aun así, cada uno de mis trabajos era una obra maestra inacabada, como la Sinfonía inacabada de Schubert. A los dieciséis empecé por supuesto a escribir poemas, como cualquier otro adolescente. No recuerdo si fue la necesidad de poesía la causa del florecimiento de mi primer (platónico e inconfesado) amor, o si fue al revés. La combinación fue un desastre. Pero, como escribí una vez -si bien en forma de una paradoja que puso en circulación uno de mis personajes ficticios-, hay dos clases de poetas: los buenos, que queman sus poemas a los dieciocho años, y los malos, que siguen escribiendo poesía mientras viven. A los dieciséis empecé por supuesto a escribir poemas, como cualquier otro adolescente. No recuerdo si fue la necesidad de poesía la causa del florecimiento de mi primer (platónico e inconfesado) amor, o si fue al revés. La combinación fue un desastre. Pero, como escribí una vez -si bien en forma de una paradoja que puso en circulación uno de mis personajes ficticios-, hay dos clases de poetas: los buenos, que queman sus poemas a los dieciocho años, y los malos, que siguen escribiendo poesía mientras viven.
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